martes, 7 de mayo de 2013

YO, EL PRESIDENTE: ES UNA NOVELA QUE HACÍA FALTA



Rocío Lloret, periodista y cronista

Pocas veces se logra la acertada visión de escribir sobre un país, donde la inestabilidad es una constante, donde los héroes terminan siéndolo gracias a que recurren a situaciones insospechadas para conseguirlo y donde el humor y el suspenso se conjugan, de manera que terminan en una reflexión.

Yo el presidente es una novela corta, con un lenguaje sencillo, pero a la vez con diálogos muy bien pensados y estructurados. Una reflexión muy grande sobre la clase política que, sin importar de dónde venga, siempre tiene un denominador común: retener el poder a costa de cualquier precio.

Es grato descubrir que la realidad de los últimos años, incluidas las características de varios jefes de Estado, sirvieron de inspiración  para crear un personaje tan verosímil como surrealista, un semidios que depende de argucias para mantenerse en la silla o, por lo menos, prolongar su salida de ella. 

Hacerlo en el género policiaco tiene su mérito aparte, porque manejar el suspenso siempre suele poner en riesgo al autor de caer en la clásica historia donde el lector descubre quién es el asesino (o el conspirador) o de lograr su objetivo de retenerlo hasta el último momento y dejarlo con ganas de saber más. Por fortuna Víctor Hugo ha logrado esto último, de manera sutil y con mucha precisión. 

Lo que ha hecho, además, debe servir de incentivo para las nuevas generaciones de escritores, pues es necesario que desde la literatura se cuente lo que se vivió y se vive en el país, desde el 2000, cuando se dieron los primeros anuncios de que muchas cosas cambiarían, para bien o para mal. Por ello creo que es una novela que hacía falta.

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